Wednesday, August 14, 2013


La sublime metamorfosis de un asesino en serie

Si quisiéramos escarbar un poco más en “Stoker” nos daríamos cuenta que la historia es un poco repetida, sobre todo cuando se trata de secretos familiares y de comportamientos homicidas. Hay algo que huele a “Dexter” versión largometraje, si bien esto no es algo malo al considerar que hoy las grandes ideas provienen de las series de televisión. ¡Se ha inventado casi todo! Por eso, al cine le queda probar con el estilo audiovisual y que mejor que a través del cineasta oriental Park Chan-Wook (“Oldboy”), quien trae a EE.UU. toda su concepción en torno a la violencia, terreno que ningún cineasta norteamericano se ha atrevido a profundizar, en forma efectiva y regular, desde los tiempos del otrora Sam Peckinpah (La Pandilla Salvaje, Perros de Paja).

India Stoker (Mia Wasikowska) es una adolescente que debe lidiar con el sorpresivo fallecimiento de su padre (Dermot Mulroney) y también con la llegada de su enigmático tío, Charles Stoker (Matthew Goode), quien conduce al espectador a las clásicas presunciones sobre identidades ocultas. La historia está narrada con oficio, la que a su vez se sustenta en decenas de significados y símbolos que muestran la verdadera trama del filme, además de su principal atributo que es el paso de la juventud desadaptada a la conformación de un asesino serial en ciernes. Charles Stoker realmente no es lo fascinante en este cuadro, sino que es la justificación o catalizador para la transformación física, psicológica y, en especial, sexual de su sobrina, en el fondo una mujer violenta e implacable.

India Stoker vive una vida monocromática y solitaria que es parte del antecedente genético de su familia, uno que ha sido ignorado en la vergüenza social de su perturbado tío. Lo interesante es que a todos estos ingredientes, Park Chan-Wook les agrega generosas dosis de tensión sexual entre las miradas de individuos que son tanto cazadores como presas. El padre de India antes de morir era consciente de los latentes impulsos de su hija, los que eran controlados a través de la caza y de la taxidermia. Sin embargo, dichas acciones inofensivas y pedestres tenían como propósito retener a un leviatán incluso más peligroso y controlado que la de un hombre trastornado por el egoísmo y la vergüenza familiar.

En “Stoker” abundan escenas sublimes que son acentuadas por los característicos movimientos de cámara de su director. La liberación sexual de India representa su propia metamorfosis, primero en el dueto-duelo en el piano entre ella y su tío, cada uno con una tonalidad representativa de sus caracteres. El segundo hecho que marca a esta atribulada conversión y deshumanización sucede en el baño, cuando India experimenta su primer orgasmo al evocar el asesinato de un joven a manos de su impávido y frío pariente. Como espectadores asistimos al bautismo de una joven que finalmente termina por convertirse en una araña más letal que la que sube en un momento determinado por sus piernas.

Las historias sobre psicópatas siempre han sido un material interesante para el cine, cuyo exponente más célebre ha sido Hannibal Lecter. A pesar de ello, resulta muy fácil caer en el desarrollo de torpes caracterizaciones que rayan en lo absurdo o en lo meramente caricaturesco. Quizá la debilidad de “Stoker” es que no cuenta con un antagonista o más bien India representa dos fuerzas descomunales o las caras de una misma moneda. Hace algunos años vimos un buen ejemplo de ello con el subvalorado “Mr. Brooks” de Kevin Costner, quien encarnaba a un asesino serial que se esforzaba por dominar sus pasiones. Lo curioso es que el espectador comprendía y en ocasiones se ponía en el lugar de Mr. Brooks. En cambio, con India Stoker pasa lo contrario. Llega un punto en que sólo interesa presenciar su transformación, pero concretado dicho paso, en los minutos finales, la película se desinfla y entra a lugares comunes que ni siquiera el talento de Park Chan-Wook puede salvar. La escena final con el policía, que también inicia la historia, fue un recurso totalmente innecesario.

Pese a lo anterior, “Stoker” es una gran película con carácter. Es cine de autor oriental Made in USA, lugar fértil para el lucimiento de actores como Mia Wasikowska, Matthew Goode y Nicole Kidman. Hay escenas que son alucinantes y también hay momentos terroríficos, pero que han sido bien tratados, con elegancia, y que juegan con la insinuación. También es agradable presenciar varios simbolismos, algunos menos obvios que otros, pero que finalmente recuerdan el valor de directores de la talla de Bergman y de David Lean. En “Stoker” todo es un baile de exquisitos movimientos y colores, de escenarios en donde las escaleras han sido filmadas con gran habilidad al servicio de la conformación psicológica de los protagonistas. En fin, estamos ante un valiente trabajo en donde el director pudo conservar su independencia creativa y autoral. Lo anterior de por sí es un gran mérito, ya que la industria estadounidense tiende a engullirse casi todo, lo que ha sucedido con algunos directores europeos. Tenemos al cineasta detrás de la célebre “El Hundimiento”, Oliver Hirschbiegel, quien se mandó un tremendo traspié con “The Invasion”, el tercer remake de Los Usurpadores de Cuerpo. También podemos citar la caída libre de Florian Henckel von Donnersmarck, quien tocó el cielo con “La Vida de los Otros” (Oscar a la Mejor Película Extranjera), pero que después descendió al purgatorio con “El Turista”. Con “Stoker” el panorama se ve alentador. Park Chan-Wook conservó su independencia creativa y de paso tuvimos una muy buena película en la cartelera chilena. A estas alturas eso ya es decir mucho.

Título original: Stoker (Lazos Perversos) / Director: Park Chan-Wook / Año: 2013 / Intérpretes: Mia Wasikowska, Matthew Goode, Dermot Mulroney Jacki Weaver y Nicole Kidman / Guión: Wentworth Miller (trivia cineadicto: el protagonista de la serie Prison Break debuta como autor de esta historia, lo que augura un muy buen comienzo como escritor de historias).

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