Tuesday, December 24, 2013


El hombre detrás del velo

Peter O` Toole era y es mi actor favorito (junto a James Stewart). Por lo tanto, cuando me enteré de su fallecimiento me embargó una profunda sensación de tristeza. Se iba un grande, el eterno intérprete de ojos azules y de presencia relajada. Lo conocí al ver la que se transformaría en mi filme favorito de todos los tiempos: “Lawrence de Arabia”. En cierta medida, dicho encuentro estaba escrito y fue en la mítica “Tardes de Cine” de Canal 13 en los años 80`. Era un mocoso, pero que intuía que en la pantalla chica estaba viendo algo grandioso y único, una película con el sello “Más grande que la Vida Misma” del cineasta británico David Lean.

¿Qué fue lo que me produjo un click en el cerebro?, ¿qué fue lo que me impresionó tanto? Durante años he tratado de dilucidar una respuesta específica y sólo puedo decir que son muchas. Una dirección perfecta y equilibrada entre espectáculo e intimidad interpretativa; parajes desérticos fotografiados con refinamiento (gracias al director de fotografía Freddie Young); una historia basada en las experiencias de T.E. Lawrence, probablemente uno de los embusteros o genios más famosos del siglo XX;  el eterno score de Maurice Jarre; y la aventura, pasión, locura y contradicciones de un hombre que no pertenece a ninguna parte. Todos estos elementos me sedujeron y no una vez, sino en cada una de las 50 veces que he visto esta gran obra.

La fascinación también está en la interpretación de Peter O`Toole, quien gracias a “Lawrence de Arabia” ascendió al olimpo de los grandes astros del cine, ese panteón en donde apenas se puede apreciar un fina línea entre dotes actorales y la mitificación de un ícono cultural y social. Peter se la jugó con todo para encarnar a T.E. Lawrence, aspecto no menor considerando que cargaba con un tremendo proyecto, uno que continúa asombrando hasta el día de hoy, ya que en esta película no se utilizaron gráficos computacionales. Todo lo que se ve en la pantalla es real. Las batallas, cientos de extras, escenarios de gran dimensión, el calor infernal de Arabia, la odisea de un soldado, la historia y el polvo del desierto están ahí.

El T.E. Lawrence de O`Toole es un demonio, santo, aventurero o bien una contradicción viviente en su soledad y excentricidad, un outcast o incomprendido capaz de elevarse a la máxima dignidad del ser humano y también de acercarse a la ruindad y sed de sangre. Ama, odia, lucha y expresa ideas con intensidad, probablemente la misma que tuvo el actor irlandés a lo largo de su carrera, con roles tan extremos y en los cuales se puede apreciar una raíz megalomaniaca que se sustenta en la locura, y que además es casi intrínseca en otros filmes como “The Stunt Man”, “El León en el Invierno”, “El Hombre de la Mancha”, “La Noche de los Generales” y “Creador”, por nombrar algunos títulos. Pero Peter O`Toole también tenía otra cualidad entrañable, la capacidad para representar la culpa y un extraño agobio o sufrimiento interno en todos sus personajes. Esta cualidad orientada a la redención está presente en “Lawrence de Arabia” y también en “Lord Jim”. Quizá algo del verdadero O´Toole hay en esto, un personaje que no dudó en aparecer montado en un camello en el famoso show de David Letterman y que también fue un famoso vividor y mujeriego, un amante de la vida.

Peter O´Toole se nos fue y trabajó en su arte hasta el final de sus días, siempre con disciplina, pulcritud y asombro. Me da un poco de pena porque hoy casi no quedan actores y actrices a quienes admirar. Me refiero a los representantes del Hollywood clásico y no tan clásico de la década del 60´ y 70´. Aún quedan los Eastwood, Caine, Plummer, Sydow y otros que se retiraron hace tiempo (Connery y Hackman). Da, en cierta medida, escalofríos pensar que les queda poco tiempo, si bien los que están activos aún son capaces de ofrecernos interpretaciones inolvidables.

O´Toole, mi querido Peter O´Toole, descansa en paz. Espero que en este momento te estés divirtiendo junto a tus amigotes Richard Burton y Richard Harris. Mientras tanto, yo beberé por ti una copa y me preocuparé siempre de hacer honor a tu arte y legado en películas que hasta hoy perduran en el colectivo social y que seguramente redescubrirán las nuevas generaciones.

¡Salud, Peter!   

Friday, August 16, 2013


¡Wise Up! It´s not going to stop


La película de la década de los 90´, el mejor relato coral de la historia del cine, un clásico cinematográfico americano, la obra cumbre de Paul Thomas Anderson, la exquisita música folk que hizo a Aimee Mann una artista conocida y adorada en todo el mundo, el último filme del gran Jason Robards y, finalmente, una historia sobre los sufrimientos del ser humano y su implacable búsqueda del amor. Estos son sólo algunos de los imperecederos atributos de una película que ha definido y marcado a cientos de generaciones, y que después de más de una década se ha mantenido elegante y con el mismo ímpetu desde el día de su estreno.

Se podría catalogar a “Magnolia” como un filme más grande que la vida misma y decir aquello es bastante porque en la actualidad son pocas las obras que son capaces de producir un impacto psicosocial permanente en los espectadores. Tuve el privilegio de ver esta gran película en el cine, lugar en donde pude apreciar la visualidad de un tour de force en ámbitos escenográficos, técnicos e interpretativos. Es una película endemoniadamente bien escrita, actuada, representada y filmada, y cuya premisa se basa en las posibilidades, en la interconexión y en experiencias comunes y cercanas de la vida misma, siempre teniendo presente una perspectiva intimista. Cada uno de los personajes que componen las flores de esta gran Magnolia ama, odia, crece, se avergüenza, siente culpa y cree vivir la vida en forma totalmente solitaria. Sin embargo, P.t. Anderson se avoca a la conexión y vínculos, tal como la teoría de los seis grados de separación, pero sobre la contraposición entre mero azar y destino. Si hay coincidencias o no, probabilidades, casualidades y giros inesperados, Magnolia no entregará respuestas concretas. Al contrario, este es un filme que aborda una idea, un concepto, cuya aproximación se sustenta en el desencadenamiento de diversos eventos, ordinarios y extraordinarios, y que son parte de nuestra existencia o bien de la humanidad que llevamos a cuesta.
 

Magnolia demuestra que cualquier día en la vida de una persona puede ser terreno fértil para historias de enorme intensidad. Incluso, se aprecia cierto sentido operático en las escenas, característica acentuada por el score compuesto por Jon Brion. Probablemente, el mejor director-especialista en relatos corales fue Robert Altman (“The Player”, “Mash”), pero sólo P.t. Anderson consiguió masificar y comercializar dicho estilo entre las nuevas generaciones con “Magnolia” y antes con “Boogie Nights”.

En “Magnolia” todos los actores tienen su momento. John C. Reilly personifica a un policía entrañable, William H. Macy respira desengaño, Alfred Molina tiene una escena alucinante como el vendedor Solomon Solomon y Julianne Moore lleva la culpa hacia nuevos límites. Pero es Tom Cruise y su feroz Frank T. J. Mackey quien se roba todas las miradas. La mejor actuación de su carrera corresponde a la de un macho alfa misógino y megalomaniaco, quien también vive extraviado de sus emociones y verdaderos intereses. En “Magnolia” todos los personajes experimentan la abrumadora soledad, ya sea en compañía de otros o en las actividades del día a día. Son seres necesitados y arrepentidos, conectados por sus egoísmos, flagelos y miserias, si bien también están unidos por grandes esperanzas y anhelos.

Aimee Mann, tal cual coro griego, acompaña con sus canciones el sentir de los protagonistas de “Magnolia”. A través de sus letras comunica estados y sensaciones como pocas veces ha sucedido en la historia del cine. El momento más efectivo, a nivel visual y narrativo, proviene con el clip de “Wise Up”. La canción, cantada por los propios protagonistas, resume las encrucijadas del ser humano, aquellas que se resisten a cualquier trago o distracción. Son los dolores que nos acompañarán durante toda la vida, y que provienen de nosotros mismos, especialmente de nuestras propias rutinas y nimiedades.

“Magnolia” es un filme esencial por las razones citadas y porque nos devuelve la fe en el cine, en el poder sugestivo de la imagen en perfecta sincronía con el diálogo. P.t. Anderson es un cineasta independiente en todo sentido de la palabra porque sus películas son visiones profundas del hombre. Es cierto que durante los últimos años su dirección se ha orientado a temáticas más personales y pulcras (Petróleo Sangriento y The Master). Aun así, toda su filmografía comparte determinados estándares en donde el centro es la soledad del hombre, ya sea por la religión, el poder exacerbado y por la búsqueda del amor de parte de hombres y mujeres trastocados, y que a simple vista son incomprendidos.

Hace algunos años vino Aimee Mann a Chile. Fui a su concierto y disfruté a rabiar de su exquisito estilo folk, en donde cada canción consiguió transmitir una experiencia emotiva y significante. Cuando cantó las canciones de “Magnolia” no pude evitar emocionarme, sobre todo por la conexión que se produjo con el público. Era imposible disociar su música con las imágenes creadas por P.t. Anderson. Una sensación de alegría, tristeza y melancolía se percibía en el teatro, al igual que la primera vez que vi “Magnolia” en el cine. Quizá era la vida misma a través de una canción.

“Magnolia” marcó a una generación extraviada y solitaria, y que a duras penas todavía se abre paso en la implacable sociedad tecnológica de hoy. Nos recuerda que somos parte de todos y que los caminos entre conocidos y desconocidos se cruzan a diario, para bien o para mal, ya sea por casualidad o destino, o bien como parte de un plan maestro misterioso y desconocido. También creo que es una obra muy religiosa, pero no en el sentido cristiano. Es más universal porque representa la búsqueda, consciente o no, de un sentido. Para cada espectador “Magnolia” usualmente tiene un significado. ¿Cuál? ¡Depende de cada uno! La canción “Save Me” cierra esta gran historia con una hermosa sonrisa de Claudia (Melora Walters), quien con ojos llorosos mira hacia la cámara y esboza una tímida sonrisa. ¿Cuántas veces hemos terminado el día -con sus interminables dolores, angustias y felicidades- con una sonrisa similar? ¡Seguramente en muchas ocasiones!

Título original: Magnolia / Director: P.t. Anderson / Año: 1999 / Intérpretes: Tom Cruise, John C. Reilly, William H. Macy, Julianne Moore, Melora Walters, Alfred Molina, Jason Robards, Philip Baker Hall, Philip Seymour Hoffman, Ricky Jay, Michael Bowen, Jeremy Blackman, Melinda Dillon y Henry Gibson.

Wednesday, August 14, 2013


La sublime metamorfosis de un asesino en serie

Si quisiéramos escarbar un poco más en “Stoker” nos daríamos cuenta que la historia es un poco repetida, sobre todo cuando se trata de secretos familiares y de comportamientos homicidas. Hay algo que huele a “Dexter” versión largometraje, si bien esto no es algo malo al considerar que hoy las grandes ideas provienen de las series de televisión. ¡Se ha inventado casi todo! Por eso, al cine le queda probar con el estilo audiovisual y que mejor que a través del cineasta oriental Park Chan-Wook (“Oldboy”), quien trae a EE.UU. toda su concepción en torno a la violencia, terreno que ningún cineasta norteamericano se ha atrevido a profundizar, en forma efectiva y regular, desde los tiempos del otrora Sam Peckinpah (La Pandilla Salvaje, Perros de Paja).

India Stoker (Mia Wasikowska) es una adolescente que debe lidiar con el sorpresivo fallecimiento de su padre (Dermot Mulroney) y también con la llegada de su enigmático tío, Charles Stoker (Matthew Goode), quien conduce al espectador a las clásicas presunciones sobre identidades ocultas. La historia está narrada con oficio, la que a su vez se sustenta en decenas de significados y símbolos que muestran la verdadera trama del filme, además de su principal atributo que es el paso de la juventud desadaptada a la conformación de un asesino serial en ciernes. Charles Stoker realmente no es lo fascinante en este cuadro, sino que es la justificación o catalizador para la transformación física, psicológica y, en especial, sexual de su sobrina, en el fondo una mujer violenta e implacable.

India Stoker vive una vida monocromática y solitaria que es parte del antecedente genético de su familia, uno que ha sido ignorado en la vergüenza social de su perturbado tío. Lo interesante es que a todos estos ingredientes, Park Chan-Wook les agrega generosas dosis de tensión sexual entre las miradas de individuos que son tanto cazadores como presas. El padre de India antes de morir era consciente de los latentes impulsos de su hija, los que eran controlados a través de la caza y de la taxidermia. Sin embargo, dichas acciones inofensivas y pedestres tenían como propósito retener a un leviatán incluso más peligroso y controlado que la de un hombre trastornado por el egoísmo y la vergüenza familiar.

En “Stoker” abundan escenas sublimes que son acentuadas por los característicos movimientos de cámara de su director. La liberación sexual de India representa su propia metamorfosis, primero en el dueto-duelo en el piano entre ella y su tío, cada uno con una tonalidad representativa de sus caracteres. El segundo hecho que marca a esta atribulada conversión y deshumanización sucede en el baño, cuando India experimenta su primer orgasmo al evocar el asesinato de un joven a manos de su impávido y frío pariente. Como espectadores asistimos al bautismo de una joven que finalmente termina por convertirse en una araña más letal que la que sube en un momento determinado por sus piernas.

Las historias sobre psicópatas siempre han sido un material interesante para el cine, cuyo exponente más célebre ha sido Hannibal Lecter. A pesar de ello, resulta muy fácil caer en el desarrollo de torpes caracterizaciones que rayan en lo absurdo o en lo meramente caricaturesco. Quizá la debilidad de “Stoker” es que no cuenta con un antagonista o más bien India representa dos fuerzas descomunales o las caras de una misma moneda. Hace algunos años vimos un buen ejemplo de ello con el subvalorado “Mr. Brooks” de Kevin Costner, quien encarnaba a un asesino serial que se esforzaba por dominar sus pasiones. Lo curioso es que el espectador comprendía y en ocasiones se ponía en el lugar de Mr. Brooks. En cambio, con India Stoker pasa lo contrario. Llega un punto en que sólo interesa presenciar su transformación, pero concretado dicho paso, en los minutos finales, la película se desinfla y entra a lugares comunes que ni siquiera el talento de Park Chan-Wook puede salvar. La escena final con el policía, que también inicia la historia, fue un recurso totalmente innecesario.

Pese a lo anterior, “Stoker” es una gran película con carácter. Es cine de autor oriental Made in USA, lugar fértil para el lucimiento de actores como Mia Wasikowska, Matthew Goode y Nicole Kidman. Hay escenas que son alucinantes y también hay momentos terroríficos, pero que han sido bien tratados, con elegancia, y que juegan con la insinuación. También es agradable presenciar varios simbolismos, algunos menos obvios que otros, pero que finalmente recuerdan el valor de directores de la talla de Bergman y de David Lean. En “Stoker” todo es un baile de exquisitos movimientos y colores, de escenarios en donde las escaleras han sido filmadas con gran habilidad al servicio de la conformación psicológica de los protagonistas. En fin, estamos ante un valiente trabajo en donde el director pudo conservar su independencia creativa y autoral. Lo anterior de por sí es un gran mérito, ya que la industria estadounidense tiende a engullirse casi todo, lo que ha sucedido con algunos directores europeos. Tenemos al cineasta detrás de la célebre “El Hundimiento”, Oliver Hirschbiegel, quien se mandó un tremendo traspié con “The Invasion”, el tercer remake de Los Usurpadores de Cuerpo. También podemos citar la caída libre de Florian Henckel von Donnersmarck, quien tocó el cielo con “La Vida de los Otros” (Oscar a la Mejor Película Extranjera), pero que después descendió al purgatorio con “El Turista”. Con “Stoker” el panorama se ve alentador. Park Chan-Wook conservó su independencia creativa y de paso tuvimos una muy buena película en la cartelera chilena. A estas alturas eso ya es decir mucho.

Título original: Stoker (Lazos Perversos) / Director: Park Chan-Wook / Año: 2013 / Intérpretes: Mia Wasikowska, Matthew Goode, Dermot Mulroney Jacki Weaver y Nicole Kidman / Guión: Wentworth Miller (trivia cineadicto: el protagonista de la serie Prison Break debuta como autor de esta historia, lo que augura un muy buen comienzo como escritor de historias).

Wednesday, May 15, 2013


Oblivion: un gran refrito de la ciencia ficción

Es verdad que Tom Cruise provoca el desprecio de un gran número de cinéfilos y del público en general. Su imagen de eterno sonriente y de seguidor asiduo a la Cienciología, además de sus publicitadas reacciones en el show de Oprah Winfrey hace varios años, colmaron la paciencia de muchos. Pero lo cierto es que Tom Cruise es la construcción exitista que Thomas Cruise Mapother IV decidió diseñar para los ojos de Hollywood. Probablemente sea un personaje para las cámaras, un relacionador público que dio una clase magistral durante su paso por Buenos Aires, Brasil y, recientemente, China para promocionar “Oblivion”, su último trabajo en cines. Quizá nunca sepamos realmente lo que pasa por la mente de Tom Cruise, ya que sólo se han producido acercamientos. Uno de ellos sucedió en el programa “Inside The Actors Studio”, en donde el siempre excesivamente correcto James Lipton profundizó en la infancia de Cruise y en la relación con su padre. Durante toda la entrevista se pudo observar al protagonista de “Top Gun” controlado y algo distante. Sólo a veces se pudo observar cierta molestia ante posibles preguntas relacionadas al culto que sigue, pero nada más. Seguramente, Cruise tenía todas las respuestas en su cabeza, exactas, serias y con argumentos. Algo esconde esta cuasi leyenda de Hollywood, pero sin duda tendremos que esperar a sus biógrafos para que revelen en el futuro quién era realmente, tal como sucedió con personas mucho más enigmáticas del calibre de Greta Garbo o James Dean.

A mí me gusta el trabajo de Cruise porque creo que es un buen actor, quien se caracteriza por ser tremendamente comprometido con los papales que le ha tocado interpretar. Casi ningún director ha reprochado su trabajo y sus colegas actores siempre han señalado que es tremendamente generoso en los rodajes. Sí, Cruise es uno de los actores-productores más poderosos de la industria y sus nominaciones al Oscar han sido más que merecidas (Mejor Actor por “Nacido el 4 de Julio” y “Jerry Maguire”). Menciono aparte su nominación a Mejor Actor Secundario por la conmovedora actuación que realizó en “Magnolia” de Paul Tomas Anderson, quizá el rol que más se acerca a su personalidad y dilemas existenciales.

Pero ahora me referiré a “Oblivion”, filme que vi hace varias semanas y no sólo una vez, sino que dos veces (en dos días diferentes, preciso). Este filme no se trata de una obra cinematográfica imperdible, pero sí es un trabajo interesante y un aporte al género de la ciencia ficción. Joseph Kosinski (Tron:Legacy) logró crear algunos de los escenarios más deslumbrantes en torno a un mundo pos apocalíptico. El diseño de arte y la fotografía (a cargo de Claudio Miranda) engrandecen los paisajes naturales filmados en Islandia y que aquí muestra a una ciudad de Nueva York desbastada. Es el año 2077 y nuestro planeta quedó casi aniquilado por una invasión alienígena ocurrida hace 60 años. La victoria fue de los humanos, si bien la Tierra sufrió graves consecuencias. En la actualidad, los sobrevivientes fueron evacuados, quedando sólo Jack Harper (Tom Cruise) y Victoria (Andrea Riseborough), quienes tienen la misión de extraer los recursos hídricos que aún permanecen en el planeta. Sin embargo, lo que parece una tarea rutinaria finalmente se convierte en algunas revelaciones para el personaje de Jack, situación que pone en duda la credibilidad de su misión. Hasta este punto la historia no tiene muchos significados, salvo la sensación de pérdida que Jack experimenta ante la decisión final que implica dejar para siempre la Tierra.

“Oblivion” tiene varias referencias al cine clásico de ciencia ficción. En sus escenas se pueden encontrar grandes clásicos tales como “Soylent Green” y “El HombreOmega” (ambas con Charlton Heston, el actor de las mil caras), "Silent Running”, y “2001: Odisea en el Espacio”. Lo anterior demuestra que Kosinski es un cineasta con una extensa cultura cinematográfica, lo que no es muy común en el cine de hoy. Dicha característica es un valor, pero también en ocasiones implica un exceso de información, aspecto que se puede apreciar en la innecesaria extensión del filme.

A pesar de este tipo de detalles, “Oblivion” no sólo es vertiginosa en sus logradas escenas de acción, sino que además profundiza en cuestionamientos más profundos sobre la clonación, la fragilidad del ser humano, la memoria, la identidad y, en particular, la inteligencia artificial. También hay espacio para el tema del destino, uno de por sí bastante trágico. Estamos ante una película que aspira a un lugar que va más allá de sus impresionantes efectos visuales, sobre todo porque se sustenta en el tema de la extinción del ser humano a través de una visión nostálgica. Es verdad que en ocasiones el filme se siente confuso, pero en una segunda capa tiene matices que son muy interesantes para analizar. Los minutos finales de Oblivion recuerdan la frialdad de la computadora HAL 9000 de “2001: Odisea en el Espacio”, pero también grafica el momento exacto cuando se determinó el nuevo destino de la humanidad.

“Oblivion” es entretención en masa, pero trata de sumar algunos puntos más en su propuesta y en su discurso. Hay escenas que destacan como la ejecución de Victoria a manos de un dron (las máquinas que inicialmente debe reparar Jack). También se inspira en la noticia sobre tres grandes objetos que supuestamente se estaban acercando a la Tierra en 2012, lo que nunca sucedió por cierto. El filme, con sus defectos y virtudes, es un pastiche visual y un refrito de lugares, historias y momentos ya vistos, pero aun así tiene un trasfondo sobre la precariedad del hombre, ya sea en nuestra propia Tierra o en referencia al resto del universo. “Oblivion” es una película interesante y manipuladora, y también consta de una de las estéticas más llamativas que se han visto en la pantalla durante los últimos años. Ojo con el exquisito score a cargo del grupo de música electrónica francés M83, el cual tiene varios matices que emulan las bandas sonoras de los juegos de video que usualmente se diseñan en Japón…¡Notable!  

Título Original: Oblivion / Director: Joseph Kosinski / Intérpretes: Tom Cruise, Morgan Freeman, Olga Kurylenko, Andrea Riseborough, Nikolaj Coster-Waldau y Melissa Leo / Año: 2013.

Friday, May 10, 2013


Gloria: el tour de force de Paulina García

Gloria es un filme sobre la soledad y la carencia afectiva de una madre, pero también profundiza en la sexualidad crepuscular de una mujer provocadora y sexy de casi 60 años. Lo cierto es que Paulina García logró crear un personaje que representa a aquellas mujeres maduras, separadas y algo olvidadas por sus hijos, pero que también durante la noche se atreven a buscar el cariño de un hombre o bien una buena noche de sexo sin complejos. Gloria es una mujer multifuncional que no vive la usual crisis existencial a la que estamos acostumbrados en el cine. Al contrario, es sólo una mujer que se siente con el derecho a sentir y a pasarlo bien, con la pasión y sinceridad de un adulto que viene de vuelta.

La propuesta visual de Sebastián Lelio en cierta medida rescata una perspectiva algo desconocida de Santiago, a través de esas noches bailables al ritmo de la música de los 70`. Hay algo de nostalgia entre medio del humo de cigarros, tragos baratos y las miradas de adultos que buscan una segunda juventud. Es en este espacio en donde Gloria se ve sola y amargada, pero también luce sexy, interesante y dispuesta a una buena noche de sexo sin culpas y compromisos.

Las miradas cómplices de Paulina García llenan la pantalla. Es la experiencia de una madre y de una mujer que es capaz de ser lujuriosa y directa, pero que en presencia de los hijos se refugia en el silencio y la contención. Lelio dirige su mirada hacia la indiferencia de los hijos, quienes aparecen como figuras lejanas y en otras ocasiones bastante dependientes. Muestra estos dos ámbitos, los que tienen en común la preocupación permanente de los padres. Por ejemplo, los hijos de Gloria son muy independientes, si bien sus acciones, precariedades y fortalezas también inciden en la ansiedad de una madre desplazada.

La cámara fija su atención en Gloria, pero siempre desde una perspectiva, ya sea a través de un marco de foto o a partir de la silueta de otras personas. Es voyerismo en base al estilo documental, tanto en escenas de sexo como en momentos tan sencillos como cuando la protagonista está en su casa, si bien estos comunican la trascendencia de pensamientos en torno al miedo natural que implica llegar a una etapa de la vida en una cruda soledad.   

Paulina García obtuvo el Oso de Plata a la mejor actriz en el reciente Festival de Cine de Berlín, un premio más que merecido. Demostró una capacidad histriónica que pocas veces se ve en la cinematografía chilena porque su actuación es increíblemente natural y cercana. Pero lo anterior también es mérito de Sebastián Lelio, quien conoce y maneja los códigos del cine reflexivo, en donde los encuadres y los silencios son un conductor visual que logra engrandecer actuaciones genuinas, concretas y muy cercanas. Sería una injusticia revelar el final, pero sí puedo adelantar que se trata de uno de los grandes momentos en la historia del cine chileno. En dicha escena Gloria finalmente demuestra quién es: una mujer sola, pero que frente al mundo aún es capaz de sacar sus garras y, en especial, su inspirada femineidad. Aplausos aparte para Sergio Hernández.     

Título: Gloria / Director: Sebastián Lelio / Intérpretes: Paulina García y Sergio Hernández / Año: 2012    

Wednesday, April 03, 2013


Suban el Volumen…y bien fuerte por favor!!!

Han pasado más de 20 años desde el estreno de Suban el Volumen, película que marcó el inicio de la generación de los 90`, una en la que los jóvenes estaban hartos de la moda exitista de los años ochenta y del materialismo de una década probablemente demasiado plástica. Reconozco que a mí me fascinan los años ochenta no sólo por la complejidad política de los últimos años de la Guerra Fría en medio de tendencias y modas transgresoras, pero también increíblemente superficiales. Aun así, considero que Suban el Volumen es un deleite verbal (más que visual), sobre todo por su mensaje y su espíritu visionario ante una década que hoy recién se ha comenzado a explorar y analizar.  

Los 90` arribaron en EE.UU. con una poderosa carga de existencialismo de la mano de millones de jóvenes desilusionados de la era Reagan, además de la recesión y conservadurismo republicano. Era el momento idóneo para que se alzara una voz disidente al ritmo melancólico de “Everybody Knows” de Leonard Cohen. Ese era “Hard Harry”, un joven estudiante de una secundaria de Arizona, quien a través de una radio pirata desahoga todos sus pensamientos en torno al autoritarismo de académicos y padres, además de la hipocresía propia de una juventud presionada por los convencionalismos de la vida adulta, el matrimonio y el trabajo.

El cine americano ha generado varios géneros no reconocidos y uno de ellos corresponde a la vida de los adolescentes en la secundaria (la enseñanza media en jerga chilensis). Hay muchos buenos ejemplos (Animal House, The Breakfast Club, Fast Times at Ridgemont High, American Graffiti, Valley Girl), pero también otros de dudosa calidad (Can't HardlyWait, Road Trip). Sin embargo, todos estos filmes han tocado la fibra de quienes hemos sido alguna vez escolares. Nos identificamos con sus historias y con aquella melancolía estacionaria que suele marcar a esta edad.   

Suban el Volumen fue un poco más allá en comparación a los filmes citados. Incluyó un discurso contra el autoritarismo, pero sin caer en la verborrea política anarquista (propia de movimientos de izquierda o socialistas). En vez de ello, la película de Allan Moyle se sustentó en el nihilismo de una generación de jóvenes incomprendidos y con valores más sólidos que sus propios padres. Hard Harry -que mejor que Christian Slater y su característica voz para este rol- también representa cierta sociopatía a través de una personalidad retraída en el día y otra totalmente segura y confiada durante la noche. Es en medio de su show radial en donde puede ser el catalizador de otros adolescentes. Se mofa con sarcasmo de sus profesores y de la incapacidad de estos para escuchar las angustias de los alumnos, a la vez que denuncia la falta de empatía y la presión abominable para ser alguien respetable en la vida, un “ser humano productivo para la sociedad”.

Suban el Volumen es un filme que se disfruta por su osadía y que ha envejecido con dignidad. Muchas de las inquietudes que preocupan a sus jóvenes protagonistas permanecen sin ningún cambio hasta el día de hoy. Esta película sin duda nos hace recordar nuestros tiempos de estudiantes en el colegio, una época en que comenzábamos a percibir los primeros pasos de la vida adulta (entiéndase por decepciones, alegrías y los primeros idealismos). Me pregunto cómo sería filmar una película así en la actualidad. No creo que el resultado sea tan bueno porque éste probablemente estaría cargado de la siutiquería de las redes sociales. Por eso, prefiero quedarme con la idea, la sugestión y la vivacidad de Suban el Volumen made in los 90`, quizá una época en la que tratamos ser más auténticos. ¡Un filme de culto con todas sus letras!  

Título original: Pump Up The Volume / Director: Allan Moyle / Intérpretes: Christian Slater, Samantha Mathis, Annie Ross y Cheryl Pollak / Año: 1990.

Thursday, March 21, 2013


Los Mundos de Coraline

Henry Selick filmó hace 20 años El Extraño Mundo de Jack (1993), aquella increíble historia sobre la suplantación del mítico Viejo Pascuero a manos de Jack Skellington, el mismísimo rey de Halloween. La película, hoy considerada una obra de culto, estuvo bajo la tutela de Tim Burton como productor, lo que se puede percibir a través de la estética y personajes góticos que habitan este filme en torno a la técnica stop motion y que hereda la tradición fílmica del gran Ray Harreuser. Por varios años, Selick vivió a la sombra de la genialidad de Burton, si bien gracias a “James y el Durazno Gigante” (1996) y, en especial, a “Coraline”(2009) logró demostrar sus virtudes como autor, diseñador y escenógrafo, y también una mayor profundidad en la construcción de personajes en contraposición al pastiche visual de los trabajos realizados por Burton en “El Cadáver de la Novia” (2005) y, recientemente, en “Frankenweenie” (2012).

El punto más alto en la carrera de Selick fue “Coraline”, filme basado en la obra infantil homónima de Neil Gaiman. Esta es una película clave en la combinación entre la técnica del stop motion y la utilización de efectos digitales, pero no sólo sobresale por su increíble belleza, sino también porque toca ciertas temáticas que están más alineadas al cine adulto que al cine infantil. Coraline es la nueva inquilina de los “apartamentos Palacio Rosa”, un lugar apartado de la ciudad y en donde predominan los colores grises y ocres. También es una joven curiosa, fantasiosa e intrépida que observa con cierto desdén la despreocupación y desapego de sus padres. Temáticas como el abandono, la soledad y la excentricidad son analizadas en un filme que insinúa lugares más áridos y que se relacionan con la suplantación de identidades, el secuestro y el maltrato infantil, y, en menor escala, la tortura. El filme de Selick transmite con gran inteligencia los estados anímicos de una joven protagonista que evoca la aventura y desilusión que son propias de la infancia.

Se podría decir que “Coraline” provoca una cierta obsesión visual. Su majestuosa estilización, basada en las obras del ilustrador japonés Tadahiro Uesugi, encandiló mis sentidos, pero también las diversas lecturas en torno al argumento de este filme. Hay muchos significados que se pueden apreciar en la relación entre la protagonista y sus padres, y en la excentricidad de los inquilinos de los departamentos rosa quienes son la nostalgia por el pasado, uno que contrasta con el mundo de fantasías que prefiere Coraline. Sin embargo, la característica más llamativa de la última obra de Selick se patenta en el control físico y mental de la “otra madre”, quien bajo la superficie es un ser cruel, manipulador y desquiciado, es decir, la personalidad de un psicópata carcelero.

“Coraline” es una fábula sobre el potencial peligro que se esconde, al igual que una puerta secreta, detrás de los deseos y las frustraciones. Es una verdad y un aprendizaje de la vida adulta que nos enseña a ser desconfiados y algo conformistas. A pesar de esta dolorosa lección, este filme también habla sobre la importancia de la fantasía en el sentido de incorporar a nuestra existencia cierta idea en torno a la posibilidad de mundos paralelos. Dicha noción podría ser un mero escapismo, pero también puede transformarse, tal como lo vemos en Coraline, en una convicción.

Nunca he sido padre, y probablemente nunca lo seré, pero al ver la relación entre varios papás e hijos, de conocidos y familiares, me doy cuenta que la falta de comunicación y empatía no son los únicos problemas. Hoy es necesaria la imaginación y la fantasía para entender que en la vida se experimentan miedos y angustias, los que a su vez son catalizadores de monstruos dispuestos a arrebatarnos nuestro bien más preciado: la humanidad que nos permite, al igual que Coraline, crecer y avanzar hacia otros mañanas más luminosos y esperanzadores. “Coraline” es una película para niños y, sobre todo, para adultos con el corazón de un niño indomable y aventurero. ¡Imperdible! Mención aparte al sublime score de Bruno Coulais.

Título Original: “Coraline” / Director: Henry Selick / Voces - Intérpretes: Dakotta Fanning, Teri Hatcher, Jennifer Saunders, Dawn French, Keith David, John Hodgman, Robert Bailey Jr. e Ian MacShane / Año: 2009.