Crepúsculo sin esperanza
Silencios, rutina, soledad e
incondicionalidad se respira en “Amour”, filme que trae de vuelta la cámara
cruda y despiadada de Michael Haneke. Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva,
dos pesos pesados del cine galo, interpretan a un matrimonio octogenario que
debe lidiar con las nimiedades de una edad crepuscular a veces admirable, pero
también relegada y en ciertas situaciones indigna. “Amour” no sólo es un drama,
sino también una película de terror porque retrata las miserias de quienes
están en el umbral de la muerte, un estado de confinamiento social del que
pocas veces el cine se hace cargo. A diferencia de la endulzada visión de “Cocoon”
y de “Conduciendo a Miss Daisy”, la vejez en “Amour” es implacable, fría y
claustrofóbica.
Haneke coloca al espectador ante
situaciones de extrema vulnerabilidad, en este caso la de un hombre mayor que
debe lidiar con la parálisis y el deterioro físico de su mujer. Dicha condición
pone a prueba su propio estado físico y psicológico en una etapa de la vida en
donde ya es difícil la planificación y cualquier tipo de cambio en medio de la
seguridad del tedio. Con bastante astucia, Haneke privilegia los grandes
encuadres para mostrar el confinamiento de un departamento en donde el tiempo
permanece casi inmóvil y ajeno al interconectado mundo contemporáneo.
El amor de “Amour” es el que se
sustenta en la estrecha compañía de una pareja de ancianos, cuyo miedo más puro
es la soledad a merced del deterioro físico y mental. Haneke nos enrostra este
temor que seguramente han pensado nuestros padres o conocidos de mayor edad. Es
la etapa de las últimas preguntas, aquellas que no siempre encuentran una respuesta
satisfactoria. En “Amour” se perciben símbolos (la paloma, el piano y las
puertas), los que son señales de la memoria y de lo irremediable. Son miedos
que se dibujan en los rostros de Trintignant y de Riva, tanto en los personajes
que interpretan como en sus vidas privadas. La interpretación que realiza
Haneke de la llamada tercera edad es de índole documentalista y, en ocasiones, alcanza
grados de un voyerismo incómodo y patético. Esta es una historia que sin duda
replantea la incondicionalidad del matrimonio en un período que para muchos se
percibe como algo distante y ajeno.
Es curioso conocer las
expectativas de los espectadores. Muchos conocidos y amigos me han comentado el
interés por ver “Amour” en cines. Creen que es un filme de abundante ternura y
romance entre dos personas de edad avanzada, presunción que bien podría
sustentarse en el poster con el cual se ha promocionado el último trabajo del
director de “La Cinta Blanca”. Sin duda se sorprenderán porque en “Amour” dichos
elementos son reemplazados por la lealtad y la compasión, dimensiones clave de
aquel sentimiento malentendido y caricaturizado que se asocia a la palabra “Amor”.
Esta es una película despiadada y
tremendamente dolorosa, aspecto que se resume con precisión en la escena final
con Isabelle Huppert, quien interpreta a la hija del octogenario matrimonio.
También es un filme que plantea intrigantes e incómodas preguntas, incluso para
quienes hemos cometido el error de creer que el amor sólo se trata de
arrumacos, besos, comprensión, buenos sentimientos y fidelidad. El “Amour” que
retrata Haneke va mucho más allá que esta simplona y amputada descripción.
Título Original: Amour /
Director: Michael Haneke / Intérpretes: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva
e Isabelle Huppert / Año: 2012.
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