Tuesday, February 12, 2013


Crepúsculo sin esperanza

Silencios, rutina, soledad e incondicionalidad se respira en “Amour”, filme que trae de vuelta la cámara cruda y despiadada de Michael Haneke. Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, dos pesos pesados del cine galo, interpretan a un matrimonio octogenario que debe lidiar con las nimiedades de una edad crepuscular a veces admirable, pero también relegada y en ciertas situaciones indigna. “Amour” no sólo es un drama, sino también una película de terror porque retrata las miserias de quienes están en el umbral de la muerte, un estado de confinamiento social del que pocas veces el cine se hace cargo. A diferencia de la endulzada visión de “Cocoon” y de “Conduciendo a Miss Daisy”, la vejez en “Amour” es implacable, fría y claustrofóbica.

Haneke coloca al espectador ante situaciones de extrema vulnerabilidad, en este caso la de un hombre mayor que debe lidiar con la parálisis y el deterioro físico de su mujer. Dicha condición pone a prueba su propio estado físico y psicológico en una etapa de la vida en donde ya es difícil la planificación y cualquier tipo de cambio en medio de la seguridad del tedio. Con bastante astucia, Haneke privilegia los grandes encuadres para mostrar el confinamiento de un departamento en donde el tiempo permanece casi inmóvil y ajeno al interconectado mundo contemporáneo.       

El amor de “Amour” es el que se sustenta en la estrecha compañía de una pareja de ancianos, cuyo miedo más puro es la soledad a merced del deterioro físico y mental. Haneke nos enrostra este temor que seguramente han pensado nuestros padres o conocidos de mayor edad. Es la etapa de las últimas preguntas, aquellas que no siempre encuentran una respuesta satisfactoria. En “Amour” se perciben símbolos (la paloma, el piano y las puertas), los que son señales de la memoria y de lo irremediable. Son miedos que se dibujan en los rostros de Trintignant y de Riva, tanto en los personajes que interpretan como en sus vidas privadas. La interpretación que realiza Haneke de la llamada tercera edad es de índole documentalista y, en ocasiones, alcanza grados de un voyerismo incómodo y patético. Esta es una historia que sin duda replantea la incondicionalidad del matrimonio en un período que para muchos se percibe como algo distante y ajeno.

Es curioso conocer las expectativas de los espectadores. Muchos conocidos y amigos me han comentado el interés por ver “Amour” en cines. Creen que es un filme de abundante ternura y romance entre dos personas de edad avanzada, presunción que bien podría sustentarse en el poster con el cual se ha promocionado el último trabajo del director de “La Cinta Blanca”. Sin duda se sorprenderán porque en “Amour” dichos elementos son reemplazados por la lealtad y la compasión, dimensiones clave de aquel sentimiento malentendido y caricaturizado que se asocia a la palabra “Amor”.

Esta es una película despiadada y tremendamente dolorosa, aspecto que se resume con precisión en la escena final con Isabelle Huppert, quien interpreta a la hija del octogenario matrimonio. También es un filme que plantea intrigantes e incómodas preguntas, incluso para quienes hemos cometido el error de creer que el amor sólo se trata de arrumacos, besos, comprensión, buenos sentimientos y fidelidad. El “Amour” que retrata Haneke va mucho más allá que esta simplona y amputada descripción.

Título Original: Amour / Director: Michael Haneke / Intérpretes: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva e Isabelle Huppert / Año: 2012.

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