Tuesday, July 28, 2009

Cinéfilos del mundo unidos

Reviso mi dvdteca y no puedo dejar de sentir un gran orgullo. Para un fanático del cine no hay mayor placer que admirar aquellos títulos en sus cajas originales, más aún si se trata de ediciones especiales para coleccionistas. Ver aquellos colores e imágenes de cada filme en carátulas que resplandecen con los comentarios de Peter Travers, Roger Ebert, Richard Schiekel y o de la desaparecida Pauline Kael, entre otros célebres críticos, me hace sentir en el paraíso. Aquella sensación aumenta considerablemente cuando pienso que en mis manos tengo el legado de los artistas del séptimo arte que más admiro. Cuando he adquirido películas de Alfred Hitchcock o alguna rareza de culto, de cualquier década, siento que estoy realizando un aporte al cine porque al transmitir a mis amigos y conocidos el valor social, cultural y audiovisual, de grandes y pequeñas obras, siento que estoy preservando un arte que tiene festivales, pero que no tiene museos o bien muy pocos en el mundo.

Si fuese un millonario excéntrico, al estilo Orson Welles en Citizen Kane, construiría un gran museo con una veintena de salas de cine. En cada una de ellas exhibiría ciclos de cine, con análisis y expositores de primer nivel, quienes hablarían sobre los grandes maestros, estilos y cintas de todo el mundo. Por ejemplo, acomodaría una sala para la presentación de las obras de Hitchcock, Fellini, Bergman, Buñuel, Kubrick, Fuller, Eastwood y tantos otros. Otra sala sería para los exponentes del cine de catástrofe, una tercera sala para musicales de Bob Fosse, también habría espacio para los filmes realizados por Freddi Francis para la Casa Hammer y tantas otras ideas que tengo en mente. Obviamente la entrada sería gratis y existirían espacios para que los espectadores pudieran exponer sus opiniones. Seguramente muchos fanáticos del cine sueñan con realizar un proyecto de este tipo, pero igual…¿No creen que un museo cinematográfico de esta envergadura sería espectacular? En fin, soñar no cuesta nada.

Muchos aún dudan si el cine es un arte en sí mismo y esa postura se debe a que este medio de expresión aún es joven si lo comparamos con la pintura, la escultura o la música. Se venden enciclopedias de los principales pintores del mundo, cuyos movimientos se enseñan en colegios y universidades, pero quizá nunca veremos, como parte del programa educacional de cualquier Gobierno, clases sobre el cine de ciencia ficción o del Nerorrealismo Italiano a alumnos de enseñanza básica y media. Menos probable sería la realización de talleres sobre la obra de David Lynch o acerca de la erotización del cine de parte de Pier Paolo Pasollini. Me gusta creer que dicho panorama cambiará en el futuro, pero mientras tanto los cinéfilos del mundo unidos tendremos que consolarnos con el aporte individual que hacemos al recomendar un filme o al explicar quién era Frank Capra, Henry Hathaway, Farley Granger, Olivia de Havilland, Henry Fonda, Toshiro Mifune o John Sturges, por sólo nombrar algunos de los residentes del gran panteón del cine.

Observo los títulos de los más de mil DVD que tengo y pienso que aquellos tesoros representan mi humilde compromiso con el cine, porque algún día ese conocimiento, ese gran legado que me ha tomado años recopilar, será parte de mi familia y de mis descendientes. Es mi pasión y es lo que me motiva y lo que me hace soñar, debido a que de alguna forma estoy ante la revelación de cientos de personas que se inspiraron y dedicaron su vida al servicio del celuloide, en 35 milímetros, y en una gran pantalla para todos nosotros.

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