Friday, January 30, 2009

W.

Oliver Stone ha desarrollado su filmografía a partir de los episodios más candentes de los últimos dos siglos de la historia norteamericana. Por medio del asesinato de Kennedy, la intervención de la C.I.A. en la guerra de El Salvador y los atentados a las Torres Gemelas, entre otros acontecimientos e íconos de la cultura estadounidense, el director de “Asesinos por Naturaleza” ha logrado escenificar para los espectadores el clamor, la arrogancia y la euforia del pueblo americano. En “W.” retoma el camino después del porrazo de “Alexander” y de la lacrimógena “World Trade Center”, y eso no es menor, ya que nos muestra su mejor trabajo desde “Nixon” (1995). Los talentos como narrador de Oliver Stone están más cerca de la esfera política, de la denuncia y de la crítica dura, ya que es uno de los pocos cineastas que sabe retratar en imágenes el tema del poder y, sobre todo, la pérdida de éste a manos de hombres moralmente perdidos y enceguecidos por la grandeza.
Las mejores películas de Stone tienen la estructura de una gran tragedia griega (Pelotón, Salvador, Nacido el 4 de Julio, JFK y la citada Nixon), en la que los protagonistas depositan su fe en el Estado, en la libertad y en los valores más honorables del ámbito cívico, pero que movidos por un destino trágico y la corrupción inherente al poder sucumben en la desazón y en la destrucción de la inocencia. En “W.” se pueden detectar dichos mensajes en el camino que pavimentó el auge y caída de uno de los presidentes más impopulares de EE.UU. Pareciera ser que el director de “Un Domingo Cualquiera” siente fascinación por aquellos personajes más detestados por la opinión pública estadounidense y, en este caso, a nivel mundial. Quizá uno de los orígenes de dichos planteamientos sean las experiencias vividas por el propio director en la Guerra de Vietnam, en donde en carne propia fue testigo privilegiado de los caprichos de Washington y de su “política del garrote”.
Stone nos muestra un George W. Bush, independiente de su ignorancia, complejos y decisiones poco acertadas, bastante humanizado. Josh Brolin (quien hace más de dos décadas fue uno de los protagonistas de “Los Goonies” de Richard Donner), se la juega por una caracterización que no sólo impresiona por su parecido físico con Bush, sino que además transmite una interesante profundidad psicológica en la que se puede apreciar el interés del director sobre temas como la paternidad. En el caso de “W.” tenemos a un protagonista que vive a la sombra del padre y que actúa, siente y expresa emociones según su orgullo, caprichos e inseguridades, y quizá esa característica lo hace ser un personaje mucho más peligroso, pero también llamativo.
“W.” demuestra el interés que despierta Bush en la opinión pública, sobre todo si consideramos que el filme se estrenó cuando aún ejercía como presidente, un hecho que nos hace reflexionar aún más sobre su importancia como obra cinematográfica y como ejemplo de las inquietudes de Hollywood por adentrase en el cine político (cuestionamientos que antes motivaron a cineastas de la talla de Frank Capra y John Frankenheimer).

Excelentes secundarios y escenas memorables tales como en la que Bush y sus secuaces acuñan el famoso término “Eje del Mal” hacen del último trabajo de Oliver Stone su tardío reencuentro con el público y con sus mejores capacidades como autor. Mención aparte merece Brolin, quien después de trabajar con los hermanos Coen en “Sin Lugar para los Débiles” se acerca a lo mejor de su generación.
Título original: W. / Director: Oliver Stone / Intérpretes: Josh Brolin, Thandi Newton, Richard Dreyfuss, Scott Glenn, Jeffrey Wright y James Cronwell / Año: 2008.

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