Sunday, July 25, 2010

Los demonios de Frank Black

Millennium (1996-1999) permitió que la audiencia viera y sintiera el mal en todas sus dimensiones. La creación de Chris Carter fue una de las primeras series que se atrevieron a explorar y profundizar en la maldad humana, en sus orígenes y en su cotidianeidad. Asesinos en serie, psicópatas, cultos basados en el Apocalipsis y algunos demonios escondidos en gente común y corriente desfilaron por los capítulos de las tres temporadas de vida que tuvo la producción, la que en su tiempo fue venerada por la crítica y el público.

Chris Carter, quien se hizo mundialmente famoso por haber posicionado a Los Archivos Secretos X (1993-2002) en nuestra cultura popular, nos adentro en la frescura narrativa de Millennium. Este mundo estilizado con toques de expresionismo alemán, a veces melancólico, irónico y también opresivo no sería nada sin Frank Black. Interpretado por Lance Henriksen, Black mostró a la audiencia que una serie dramática podía estar liderada por un protagonista atípico, cuyas raíces se podían encontrar en el personaje del antihéroe del film noir o del western americano.

Gracias a Millennium, Henriksen pudo demostrar su talento y de una vez por todas quitarse el estigma del actor secundario conocido sólo por cintas como Aliens o Terminator. Por medio de Frank Black, Henriksen construyó un personaje lacónico, cuya expresividad facial demostraba la presencia del mal en el corazón de todos los hombres. Probablemente este factor fue parte de las características más perturbadoras de la serie. Ver como una mujer decide descuartizar a sus hijos o a un hombre que disfruta incinerar en un horno a sus víctimas dejó entrever que la crueldad está presente en todas partes. De todas las series que se han realizado ninguna se ha podido acercar a la brutalidad y violencia de Millennium, sobre todo al exponer las psicopatías de asesinos en serie en forma real y sin la necesidad de recurrir a caricaturas.

La principal línea argumental de Millennium era el fin del mundo, el poco tiempo que quedaba para el año 2000 y el advenimiento del Apocalipsis. Era una serie que contenía premisas más complejas, más febriles en las que se manifestaba la omnipresencia del mal. Frank Black nos demostró que aunque estemos ajenos a lo que pasa a nuestro alrededor, que aunque vivamos en nuestros pequeños castillos de marfil o estemos ensimismados en nuestra arrogancia y egoísmo, la perversidad, la locura y la putrefacción que consume nuestra voluntad se encuentra tanto afuera como adentro de nosotros. Es un evento interno que sólo espera la oportunidad para manifestarse.

Millennium sentó las bases para otros productos audiovisuales como C.S.I., Cold Case y Profiler. Sin embargo, dichas series no han sido capaces de igualar el impacto y profundidad de la creación de Carter, ya que sólo se quedan en los procedimientos, casi clínicos, de forenses e investigadores sobre los criminales.

Lamentablemente Millennium sólo duró tres temporadas. Las causas de tan corta existencia se pueden encontrar en el ambiente opaco y sombrío de los capítulos protagonizados por Frank Black, sobre todo en escenas que recreaban lo peor de nuestros temores con un cierto sentido de naturalidad detrás de la destrucción. Eran capítulos difíciles de digerir y a veces podían transformarse en experiencias tortuosas, debido a que las historias se sentían reales. Millennium llevó a la televisión a nuevos terrenos al confrontar al público con temas que sólo se veían en las salas de cine.

Carter plasmó en la pantalla chica una de las mejores series de televisión de las últimas dos décadas, lo que no es menor en un mundo audiovisual donde a veces hay mucha luminiscencia en desmedro de las sombras y de la oscuridad, ámbitos que también existen y perduran. Aunque no lo queramos todos tenemos algo de Frank Black. Podemos ver lo que él ve, sentir lo que siente y oler lo que huele. Lo que sucede es que muchas veces evitamos pensar en ello, pero la triste realidad es que el mal está ahí, siempre presente, como una fuerza inagotable de recursos y también de
vida.

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