"la mujer
en la pantalla"
Decadencia. Esa es la palabra que describe al filme “La Ciénaga”, cuyos habitantes coexisten con murallas en ruinas contaminadas por el barro originado en la tierra de un paraíso perdido, donde no hay memoria, sino sólo alcohol y tardes calurosas. Todo se reduce a un cúmulo de sensaciones desgastadas, las que terminan por aniquilar a una familia desquebrajada por la desidia.
“La Ciénaga” es el debut en la dirección de la realizadora argentina, Lucrecia Martel, quien con su opera prima crea un escenario marcado por la femineidad, la simbología y la emotividad alejada de los clichés. Tal como lo hizo el director brasilero, Fernando Meirelles, en “Ciudad de Dios”, Martel, aunque en menor grado, consigue plasmar la realidad B del pueblo argentino, la que dista de la vida glamorosa de Buenos Aires. Martel desarrolla un micromundo en el que conviven los argentinos mulatos con patrones pertenecientes a una clase económica más pudiente, pero sólo en la apariencia. Hay un racismo implícito en el filme como también ciertos coqueteos con el lesbianismo, aspecto que la directora se atrevió a explorar un poco más en sus siguiente trabajo: “La Niña Santa”.

Martel es una directora de actores que sabe llevar a la pantalla aquellos aspectos más desconocidos de la mujer. Sus protagonistas son seres heridas, abandonadas y presas de las circunstancias. Son fuertes, pero a la vez débiles. Conviven con la tristeza y la desazón. Quizá las escenas más sublimes son las que muestran a las mujeres compenetradas con su propio género.
Los momentos en que la femineidad llena la pantalla, tanto en "La Ciénga" como en "La Niña Santa", son los que desbordan mayor complejidad y profundidad. Las caricias, las miradas y los susurros entre las mujeres sobresalen por su autenticidad. Casi no hay “representación”. Sólo persiste la naturalidad, lo que hace que el espectador se sienta que está ante sentimientos muy íntimos. Es un territorio desconocido y Martel nos invita a ser parte del “lado femenino”.

Otras directoras se han adentrado en el lado oscuro del corazón de las mujeres. El ejemplo más sobresaliente hasta la fecha ha sido la realizadora de “La Lección de Piano”, Jane Campion, si bien esta perdió el rumbo con “En Carne Viva” (In The Cut). En cambio, Martel se presenta como una de las grandes promesas del cine argentino. Su cine se ambienta en espacios abarrotados de personas. Impera la confusión y cierto sentido del aislamiento. Algunos personajes parecen ser guiados más por la intuición que por algo racional, lo que queda corroborado por finales abiertos y simbólicos, casi siempre trágicos e inexpugnables. Pero lo más interesante es el centro de las historias. “La Ciénaga” trata de una familia que apenas logra sobrevivir un verano, mientras que “La Niña Santa” abarca el tema de la religión y la pérdida de la virginidad. En estos escenarios se desarrolla o se inicia la sexualidad de sus heroínas. Sin embargo, no es fácil identificar 100% al cine de Martel. Sus historias son el pretexto para mostrar reacciones y emociones, sobre todo las de las mujeres y de cómo sus instintos interactúan, en diferentes niveles, con la realidad. Su modo de filmar está casi todo el tiempo encima, abajo o hasta adentro de sus protagonistas.
Se puede apreciar el instinto de una documentalista, ya que hay mucha observación, la que está marcada por un ritmo propenso a los silencios. La fuente de tanta intimidad está en que Martel oficia tanto en la dirección como en la trama de sus historias. Ella escribe los guiones, lo que permite comprender un poco más los motivos y reflexiones de su filmografía.

Lucrecia Martel en apenas dos filmes ha podido crear un cine de autor, femenino y bastante inquietante en los simbólico. El uso de las piscinas en sus dos largometrajes presentan dos aspectos sobre el vacío, pero también comunican la idea de iniciación y de búsqueda sexual. Cualquier hombre que quisiera saber un poco más sobre la mujer y de su inquebrantable complejidad sólo tienen que ver los trabajos de esta directora trasandina. Pedro Almodóvar vio su primera cinta (“La Ciénaga”) y por algo se decidió a producir “La Niña Santa”.
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